Mi tiempo fluye. Y le pongo precio al darme cuenta que estoy para disfrutar y hacer lo que más me gusta. Tengo esta oportunidad. La aprovecharé.
Ya ha pasado casi un mes desde que aterrizamos en Barcelona, y tengo la sensación que en las calles de Hanoi continua el mismo ajetreo, con la gente vendiendo comida en el suelo y transportando bártulos imposibles en el portaequipaje de una moto. Parece que el tiempo se paró en ese momento, como en Neverland.
Pero tengo que olvidarme de esta sensación. En treinta años Vietnam se ha desarrollado de forma acelerada, teniendo en cuenta que en el último siglo los vietnamitas han pasado tres guerras: con los chinos, los frances y, la última con los americanos. Esta guerra todavía se vive en las casas, desde el niño cuya madre tuvo relaciones con algún soldado americano, el que sufre malformaciones por el napalm y el agente naranja, el que perdió sus campos de arroz por contaminación del suelo, el que no se le permitió estudiar por trabajar para americanos, podría nombrar infinidad de injusticias que la guerra que terminó en el 75... y que aun se padecen. Visitar Vietnam es también aprender que una guerra cuesta de olvidar.
Enseñamos nuestras fotografías del viaje a nuestros padres. Resulta que ésa forma de vida no difiere mucho de la de los años 50 y 60 en España. Si en 60 años hemos sido capaz de llegar hasta esta calidad de vida que aprecio tanto, ¿cuánto tiempo le queda a Vietnam para llegar a vivir en mejores condiciones? Cabe decir que los vietnamitas son felices con lo que tienen... aunque creo que mejores condiciones tampoco les sobrarían.
diumenge, 20 de setembre del 2009
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